viernes, 6 de mayo de 2011

El futuro de la energía en España

ROBERTO CENTENO

Desde la Salamanca de mi niñez, siempre quise ser ingeniero. Después trabajaría toda mi vida en el mundo de los hidrocarburos. En ENAGAS como Director General, en CAMPSA como Consejero-Delegado, y a la desaparición del Monopolio asociado con Massimo Moratti, Presidente del Inter., y propietario de la mayor refinería del Mediterráneo. A la enseñanza llegué de la mano de Ramón Tamames, y gracias a su inestimable ayuda, obtuve la Cátedra de Economía de Escuela de Minas.

La tragedia del grupo de centrales de Fukushima, catástrofe producida por el tsunami, que no por el terremoto, está siendo utilizado demagógicamente por muchos para atacar la energía nuclear, lo que para España sería una auténtica ruina. Si basáramos nuestro futuro en las renovables, el recibo de la luz de 100 euros mes subiría a 400; y si lo basáramos en el gas, el recibo subiría a 200/250 euros función del precio de éste, pero con un riesgo, como veremos, incomparablemente mayor. En sentido contrario, si la producción eléctrica futura se basara en nuclear y carbón importado, el recibo de la luz bajaría a 50 euros mes, que es la situación hoy de varios países europeos, algo que nos está quitando la poca industria que todavía nos queda.

Sólo por esto, hablar de cerrar las centrales y/o renunciar a la nuclear es pura irresponsabilidad y demagogia. Además, en España, el riego de Apocalipsis no está en las centrales nucleares sino en los metaneros y en las terminales de gas líquido. En nuestro país es imposible un tsunami que anegue los diesel auxiliares que refrigeran los núcleos de un reactor ya parado. Porque ante todo, y sobre todo, en las nuevas centrales el reactor no necesita ningún tipo de refrigeración activa, que es el problema de Fukushima, ya que el calor residual se elimina mediante un mecanismo de convección automático. Renunciar a la energía nuclear tampoco nos libra en ningún caso de los efectos de la nube radiactiva, el problema número uno, ya que hay más de 60 centrales lo suficientemente cerca –Francia y Suiza- para que, en caso de tragedia, la nube radiactiva alcanzase todo el territorio nacional.

La central de Fukushima Dai-Ichi, con seis reactores de los 54 existentes en Japón y una potencia casi igual a la de todas las centrales españolas juntas, tenía tres operando y tres parados cuando sobrevino el terremoto. Los operativos se apagaron automáticamente, lo que significa que su actividad se redujo en un 98%. Sin embargo, el 2% restante produce calor y éste tiene que ser extraído por un circuito de refrigeración. Así que, como la electricidad quedó cortada, entraron en marcha los diesel auxiliares. Lo que sucede es que el tsunami posterior, el verdadero responsable de la catástrofe, los anegó y paralizó.

Todo el problema consiste en reestablecer la refrigeración, algo que, gracias al comportamiento heroico de unos pocos, parece estar a punto de conseguirse. Las explosiones han sido causadas por el hidrógeno producido por las vainas de circonio que contienen el combustible, que reacciona con el vapor a alta temperatura. El peor escenario hubiera sido la fusión de uno o más núcleos por falta de refrigeración, en cuyo caso se hubieran producido gases radiactivos durante varias semanas y tal vez meses, que podrían haber desbordado las estructuras de contención y formar una nube radiactiva cuyo movimiento depende del viento, afortunadamente los vientos dominantes hasta mediados de mayo son hacia el Pacífico. En ningún caso se hubiera producido una explosión nuclear, porque el combustible está solo enriquecido de un 3 a un 5% y se necesitaría mas del 90% para dicha explosión.


El verdadero riesgo

El gas natural licuado enfriado a -170º C reduce el volumen del gas en 600 veces. Dicho de otra forma: un metro cúbico de gas natural licuado se transforma en 600 metros cúbicos de gas natural o metano, cuanto la temperatura sube. El metano en estado gaseoso es un explosivo de gran poder destructivo. Las explosiones que han visto en Fukushima eran de hidrógeno, cuya energía por unidad de volumen es cuatro veces menor. Si ahora imaginan ese poder multiplicado 600 veces tienen ustedes al mayor explosivo no nuclear jamás conocido.

Un ejemplo de su tremendo poder destructivo lo tuvimos en la tragedia de los Alfaques, un camping al sur de Tarragona con una superficie de 10.000 metros cuadrados, que fue arrasado en cuestión de segundos al reventar una cisterna de 25 toneladas de propileno, un producto tres veces menos explosivo que el metano, 215 personas de un total de poco más de 300 murieron en el acto y las demás resultaron con graves quemaduras. Ahora imaginen un metanero no con 25 sino con 70.000 toneladas de un líquido el triple de peligroso, cuyo poder destructivo equivale al de 30 bombas nucleares como la de Hiroshima y que, en caso de accidente o atentado terrorista, sería el Apocalipsis, el de verdad. El radio de daños serios podría alcanzar tres kilómetros, pero entre uno y medio y dos la destrucción sería cercana al 100%.

En España, debido a la irresponsabilidad de empresas y autoridades, existen terminales de gas líquido en seis ciudades, Barcelona, Huelva, Cartagena, Bilbao, Sagunto y Ferrol, algo que no ocurre en ningún otro país, donde los terminales están alejados de las poblaciones, a menudo en islas artificiales, y a los metaneros no se les permite acercarse a menos de 10 millas de la costa. Increíblemente, España dispone de la tecnología para ello. Tanto es así que un terminal que ha sido instalado en el Adriático, al sur de Venecia y a 30 km. de la pequeña localidad de Rovigo, ha sido construido en Algeciras y remolcado hasta su emplazamiento cerca de la costa. ¿Cómo es posible que las empresas españolas no instalen los terminales de gas en estas islas artificiales?

A principio de los 70, siendo el que esto escribe director general de Enagas, a las órdenes de Rafael del Pino, uno de los mejores empresarios españoles del siglo XX, se nos planteó el problema de construir un terminal para la recepción para un gran contrato de gas líquido que habíamos firmado con Argelia. En Barcelona había ya un pequeño terminal construido por otro de los grandes, Pedro Durán Farrell, pionero de la industria del gas natural en España, pero Rafael, que antes que empresario era ingeniero, y antes que ingeniero era marino, después de muchas reuniones y visitas a expertos en el tema, decidió que la nueva terminal de gas en Barcelona se construyese en una isla artificial al sur del aeropuerto del Prat, cerca de una gran cantera en una zona de acantilados.

Para Rafael, los metaneros entrando en Barcelona era un riesgo inaceptable. Con el cambio político que siguió al asesinato de Carrero Blanco, Rafael abandonaría Enagas, el proyecto de isla artificial quedaría olvidado y la terminal de Barcelona sería ampliada hasta límites increíbles. Un accidente o un atentado terrorista contra un gran metanero entrando en le puerto de Barcelona –los metaneros figuran como objetivo número dos de Al Qaeda después de las unidades separadoras de gas de los campos de petróleo saudíes– podría destruir un tercio de la ciudad en cuestión de segundos. En el caso de Mugardos, en Ferrol, ocurriría algo muy similar. Por otro lado, en España existen hoy más terminales de recepción de gas líquido que en toda Europa junta, y los grandes metaneros pasan y atracan junto a zonas habitadas prácticamente todos los días, algo prohibido en casi todo el mundo.


El riesgo nuclear

El mundo en general y Europa en particular se han dividido respecto a su reacción ante la catástrofe de Fukushima. De un lado, están los países que han cerrado temporalmente centrales con más de 30 años de antigüedad para reexaminar todos los sistemas de seguridad a la luz de lo ocurrido, caso de Alemania (17 centrales), y los que siguen con sus planes a toda máquina, caso de Polonia, que tiene en construcción dos mega centrales de 3.000 Mw., que como Suecia o Suiza, tiene ya la electricidad a mitad de precio que en España y la tendrá a la tercera parte si se mantiene la tendencia actual en la nueva capacidad de generación, con un costo entre 35 y 40 euros Mwh. en Polonia y entre 70 y 450 euros Mwh. en España.

Creo que ambas posturas son positivas y racionales, creo también que, al final, ningún gobierno responsable renunciará a la energía nuclear, ni siquiera Japón, no porque les guste, sino porque no existe otra opción, y estoy seguro de que la catástrofe contribuirá a mejorar más aún la seguridad de las nuevas centrales, que son ya impresionantes, y a mejorarla en las ya operativas. Y respecto a los residuos nucleares que tanto manejan la izquierda y los ecologistas, recordar que Francia, con 59 reactores operativos, no sólo no ha tenido el menor problema de almacenar sus residuos durante más de 40 años, sino que, además, acepta almacenar los residuos de cualquiera que lo desee, pagando, eso sí, un ojo de la cara por ello, o vendiéndonos a 70 euros Mwh. una electricidad que a ellos les cuesta menos de 15 euros generar.

Económicamente, la tragedia de Japón no ha hecho más que complicar nuestros problemas: materias primas, cereales, algodón, gas y petróleo están subiendo y la mayoría ha alcanzado los niveles máximos en tres meses, elevando la inflación y reduciendo la renta real de las familias significativamente. En esta situación, con independencia de que el BdE y el INE darán, como siempre, las cifras que más convengan a Zapatero, pensar en crecimientos superiores al -2% para 2011 es pura ciencia ficción.

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