miércoles, 14 de mayo de 2014

Su intelecto va mucho más allá de nuestra comprensión


Jorgito, no hagas eso


La semana que viene me va mal


Para hacer compañía a persona mayor


Todos lloraréis, lo juro por Dios


Vaya salvajada


Así no es tan romántico


Lo creen de verdad


Lancelot


Jugársela por la comida


Habla bajito por si se despierta


Cada uno entiende la sonrisa como qiuere


Llega el mundial


Más torpe y no naces


Es curioso, no consigo acordarme


Olé por la coherencia


Mi vida necesitaba un cambio


La vagancia de los poetas


Nietzsche


Tengo un bulto, doctor


Las drogas y sus efectos


Es por vicio


Problemas en el infierno


Yo me emociono muy rápido


Del tonto del pueblo al tonto global



No es un secreto que vivimos rodeados de idiotas. La mayoría son inofensivos, tontos de barra, cuñados del tres al cuarto de esos que causan más risa que molestia. Otros, además de idiotez, tiene mala fe, y ésos son los peligrosos.

Internet ha supuesto una verdadera revolución para la estupidez. Por primera vez en la Historia, miles de personas los contemplan, y la tontería, lejos de menguar ante el escaparate, se crece, se acentúa. El tonto del pueblo es hoy un tonto global.

Cualquiera que haga uso de las redes sociales o tenga por costumbre leer los comentarios de los diarios lo sabe bien. La estupidez siempre está ahí, agazapada, esperando una excusa, la que sea, para revelarse en todo su estúpido esplendor.

Cuando más atención acaparan los tontos, particularmente los malos, es cuando el país se conmociona ante alguna tragedia. Lo hemos visto decenas de veces; la última, tras el asesinato de la presidenta de la Diputación de León Isabel Carrasco.

Apenas llegaba la noticia a las portadas de los digitales, los tontos desplegaban su artillería. Había quienes justificaban el crimen, quienes no dudaron en inventarse un móvil ajustado a sus prejuicios. Los había graciosos y serios, hombres y mujeres, progresistas y conservadores. A estos efectos, la estupidez es trasversal.

Ahora los partidos políticos quieren que se "regulen" (más) los comentarios en las redes sociales. Regular, ya se sabe, es el eufemismo político de prohibir. ¿Pero prohibir qué exactamente? ¿La estupidez?

Lo que se pretende, en definitiva, es promover una ley basada en la existencia de los tontos. Una ley ad hoc para los que además de gilipollas son malas personas que, por supuesto, nos afectaría a todos.

Jamás el tonto del pueblo había tenido tanto poder.


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