sábado, 27 de agosto de 2011

El extraño caso de las pipas incongruentes



DENUNCIA SOCIAL: mi indignación por los pistachos cerrados que vienen en las bolsas

Ayer estaba comiendo una bolsita de pistachos cuando, señoras y señores, aunque parezca increíble, encontré un pistacho cerrado. Es decir, un pistacho sin tostar, cerrado, sin aberturas ni fisuras posibles por las que meter la uña y así poder abrirlo.

Pero para mayor sorpresa y desconcierto, según fui consumiento aquel nutritivo aperitivo de frutos secos, encontré otro. Y luego otro. En total (atención) ...

7 PISTACHOS CERRADOS

¿Cómo se puede vender algo así? ¿Qué clase de compañía sin escrúpulos tima a la gente de esa manera?



Aquí están las pruebas. Voy a señalar los pistachos que están cerrados con un círculo rojo. Así remarcaré mi nivel de indignación y os demostraré que voy muy en serio con este asunto.



Pienso mandar una carta de queja. Y si fuera necesario, interpondré la denuncia pertinente.

Quiero justicia.

Sé que sería fácil abrirlos o tirarlos a la basura. Sé que sería fácil levantarme a coger un cascanueces. O tal vez, usar los dientes... Pero, ¿y si la gente fuera así de conformista? ¿Y si todos abandonásemos tan fácilmente?

¿Y si la primera mujer negra que se sentó en la zona de blancos de un bus hubiera pensado "bah, que más da, soy negra, mejor me siento con los míos"?

¿Y si la juventud hippie que salió a la calle en los 60 hubiera dicho "la guerra de Vietnam no tiene solución, vamos a escuchar a The Doors y a meternos LSD por las retinas"?

Pero eso no pasó. ¿Porque? Porque la mujer negra estaba harta de las injusticias (y porque los hippies estaban tan colocados que creyeron que realmente podían cambiar el mundo lanzando margaritas).

Otro primer plano de los pistachos, para que veáis que no miento.


Los he numerado para que veáis que no exagero: 7 PISTACHOS CERRADOS, señoras y señores. ¿No es indignante? A continuación hay otro primer plano en el que se ve claramente que están herméticamente cerrados.



Señoras y señores: hay que combatir las injusticias.

Y por eso, he decidido lo siguiente: voy a enviar en un sobre los pistachos cerrados para exigir que me devuelvan el dinero.

Por supuesto, usaré un sobre acolchado (¡no quiero que se rompan durante el transporte!). Además, voy a incluir una carta de queja cuyo contenido os aseguro que será demoledor, ligeramente grosero y nada agradable.

Este es el sobre que voy a mandar. En el envoltorio de los pistachos no ponía la dirección del fabricante, pero con estas señas confío en que el cartero sabrá entregarla a quien corresponda.



¡Basta de abusos! Os mantendré informados de mi dura batalla contra la industria del pistacho.