lunes, 30 de julio de 2012
Carta redactada por un funcionario del grupo A
Resulta que en
la década
prodigiosa del
pelotazo,
cuando media
España se lo
llevaba
caliente a
casa, cuando
un encofrador
sin estudios
se embolsaba
tres mil
euros, cuando
hasta el
último garrulo
montaba una
constructora y
en connivencia
con un par de
concejales se
forraba sin
cuento, cuando
un gañán que
no sabía
levantar tres
ladrillos a
derechas se
paseaba en
Audi, los
funcionarios
aguantaban y
penaban. Nadie
se acordaba de
ellos. Eran
los parias,
los que hacían
números para
cuadrar su
hipoteca,
hacer la
compra en el
Carrefour y
llegar a fin
de mes, porque
un nutrido
grupo de
compatriotas
se estaba
haciendo de
oro inflando
el globo de la
economía hasta
llegar a lo
que ahora
hemos llegado.
Y ahora que el
asunto explota
y se viene
abajo, la
culpa del
desmadre… es
de los
funcionarios.
Los alcaldes,
diputados y
senadores que
gobiernan la
cosa pública a
cambio de una
buena
morterada no
son
responsables de
nada y nos
apuntan
directamente a
nosotros:
somos
demasiados,
hay que
ultracongelarnos,
somos poco
productivos.
Los
responsables
bancarios que
prestaron
dinero a
quienes sabían
que no podrían
devolverlo
tampoco se dan
por aludidos.
Todos los
intermediarios
inmobiliarios,
especuladores,
amigos de
alcalde y
compañeros de
partida de
casino de
diputado
provincial no
tenían noticia
del asunto.
Nosotros sí.
Como diría
José Mota:
¿Ellos? No.
¿Nosotros? Si.
Siendo así que
ellos? No. Por
tanto,
nosotros? Si.
La culpa,
según estos
preclaros
adalides de la
estupidez, es
del juez,
abogado del
estado,
inspector de
hacienda,
administrador
civil del
estado que, en
lugar de
dedicarse a la
especulación
inmobiliaria a
toca teja, ha
estado cinco o
seis años
recluido en su
habitación,
pálido como un
vampiro, con
menos vida
social que una
rata de
laboratorio y
tanto sexo
como un
chotacabras,
para preparar
unas
oposiciones
monstruosas y
de resultado
siempre
incierto,
precedidas,
como no podía
ser de otra
forma, de
otros cinco
arduos años de
carrera. Del
profesor que
ha sorteado
destinos en
pueblos que no
aparecen en el
mapa para
meter en
vereda a
benjamines que
hacen lo que
les sale de
los genitales
porque sus
progenitores
han abdicado
de sus
responsabilidades.
Del auxiliar
administrativo
del Estado
natural de
Écija y
destinado en
Barcelona que
con un sueldo
de 1000 euros
paga un
alquiler
mensual de 700
y soporta
estoicamente
que un taxista
que gana 3000
le diga joder,
que suerte,
funcionario.
La culpa es
nuestra. A
poco que nos
descuidemos
nosotros los
funcionarios
seremos el
chivo
expiatorio de
toda una
caterva de
inútiles,
vividores,
mangantes,
políticos
semianalfabetos,
altos cargos
de
nombramiento
digital,
truhanes,
pícaros,
periodistas
ganapanes y
economistas de
a verlas venir
que sabían
perfectamente
que el asunto
tarde o
temprano tenía
que petar,
pero que
aprovecharon a
fondo el
momento al
grito de
mientras dure
dura! y que
ahora, con esa
autoridad que
da tener un
rostro a
prueba de
bomba, se
pasan al otro
lado del río y
no sólo tienen
recetas para
arreglar lo
que ellos
mismo ayudaron
a estropear,
sino que,
además, han
llegado a la
conclusión de
que los
culpables
son...
tachan...los
funcionarios.
Soy
funcionario. Y
además
bastante
recalcitrante:
tengo cinco
títulos
distintos.
Ganados
compitiendo en
buena lid
contra miles
de candidatos.
¿Y saben qué?
No me
avergüenzo de
nada. No debo
nada a nadie
(sólo a mi
familia,
maestros y
profesores).
No tengo que
pedir perdón.
No me tocó la
lotería. No
gané el premio
gordo en una
tómbola. No me
expropiaron
una finca. No
me nombraron
alto cargo,
director
provincial ni
vocal asesor
por agitar un
carnet
político que
nunca he
tenido.
Aprobé frente
a tribunales
formados por
ceñudos
señores a los
que no conocía
de nada. En
buena lid: sin
concejal
proclive,
pariente
político, mano
protectora ni
favor de
amigo. Después
de muchas
noches de
desvelos,
angustias y
desvaríos y
con la sola e
inestimable
compañía de
mis santos
cojones. Como
tantos y
tantos
compañeros
anónimos
repartidos por
toda España a
los que ahora
algunos
mendaces
quieren
convertir, por
arte de
birli-birloque,
en culpables
de la crisis.
Amigos
funcionarios,
estamos
rodeados de
gente muy
tonta y muy
hija de puta.
PD. Si
alguien, en
cualquier
contexto, os
reprocha -como
es frecuente-
vuestra
condición de
funcionario os
propongo el
refinado
argumento que
yo utilizo en
estos casos, en
memoria del
gran Fernando
Fernán-Gómez:
váyase Usted a
la mierda,
hombre, a la
puta mierda.
El triunfo de los mediocres
Quizá ha llegado la hora de aceptar que nuestra crisis es más que económica, va más allá de estos o aquellos políticos, de la codicia de los banqueros o la prima de riesgo.
Asumir que nuestros problemas no se terminarán cambiando a un partido por otro, con otra batería de medidas urgentes o una huelga general.
Reconocer que el principal problema de España no es Grecia, el euro o la señora Merkel.
Admitir, para tratar de corregirlo, que nos hemos convertido en un país mediocre. Ningún país alcanza semejante condición de la noche a la mañana. Tampoco en tres o cuatro años. Es el resultado de una cadena que comienza en la escuela y termina en la clase dirigente.
Hemos creado una cultura en la que los mediocres son los alumnos más populares en el colegio, los primeros en ser ascendidos en la oficina, los que más se hacen escuchar en los medios de comunicación y a los únicos que votamos en las elecciones, sin importar lo que hagan. Porque son de los nuestros.
Estamos tan acostumbrados a nuestra mediocridad que hemos terminado por aceptarla como el estado natural de las cosas. Sus excepciones, casi siempre, reducidas al deporte, nos sirven para negar la evidencia.
- Mediocre es un país donde sus habitantes pasan una media de 134 minutos al día frente a un televisor que muestra principalmente
basura.
- Mediocre es un país que en toda la democracia no ha dado un presidente que hablara inglés o tuviera unos mínimos conocimientos sobre política internacional.
- Mediocre es el único país del mundo que, en su sectarismo rancio, ha conseguido dividir incluso a las asociaciones de víctimas del terrorismo.
- Mediocre es un país que ha reformado su sistema educativo tres veces en tres décadas hasta situar a sus estudiantes a la cola del mundo desarrollado.
- Mediocre es un país que no tiene una sola universidad entre las 150 mejores del mundo y fuerza a sus mejores investigadores a exiliarse para sobrevivir.
- Mediocre es un país con una cuarta parte de su población en paro, que sin embargo, encuentra más motivos para indignarse cuando los guiñoles de un país vecino bromean sobre sus deportistas.
- Mediocre es un país donde la brillantez del otro provoca recelo, la creatividad es marginada –cuando no robada impunemente- y la independencia sancionada.
- Mediocre es un país que ha permitido, fomentado y celebrado el triunfo de los mediocres, arrinconando la excelencia hasta dejarle dos opciones: marcharse o dejarse engullir por la imparable marea gris de la mediocridad.
David Jiménez - Periodista
¿Sabéis para qué son estos pinchos?
Si viajamos a la ciudad china de Guangzhou, posiblemente en el camino al aeropuerto no veremos ni un solo indigente viviendo bajo un puente. Oficialmente, nadie ha puesto esos pinchos ahí; desde el gobierno de la ciudad culpan a los gestores del aeropuerto y estos al gobierno, argumentando que los vagabundos hacían hogueras que podían resultar peligrosas.
Mi opinión es que para dar una imagen idílica de la ciudad a los viajeros “Corea del Norte Style” la solución más sencilla que encontraron era la de poner estos pinchos.
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