Desde su construcción, en 1995, el problema a resolver ha sido siempre el mismo: ¿cómo impedir que las voraces dunas entierren la autopista? Durante los diez primeros años, la carretera se vio permanentemente afectada por la arena, que cortaba el paso a las decenas de camiones que transportaban el petróleo de la cuenca del Tarim hacia el sur y para quienes se había diseñado la ruta.
Para encontrar una solución, los técnicos construyeron un gigantesco cinturón verde a ambos lados de la autopista, apoyado por largas líneas de riego por goteo que hacen crecer la vegetación. De esta forma, el cinturón de matorrales y pequeños árboles detiene el avance de la arena y mantiene despejada la autopista.
Para mantener esta enorme infraestructura, y atendiendo a sus intereses petrolíferos, el gobierno chino tiene contratada una extensa plantilla de trabajadores que se alojan al pie de la autopista. Cada cuatro kilómetros hay una pequeña casa azul en la que se aloja una pareja de chinos dedicados exclusivamente a vigilar y reparar los sistemas de riego de su tramo de carretera. Cada pareja permanece aquí un máximo de dos años y a menudo no tiene contacto con nadie más durante todo este tiempo, ni siquiera con sus vecinos de parcela.
Desde el año 2003, el gobierno chino ha plantado alrededor de dos millones de plantas cada año, ha construido decenas de pozos y ha aumentado las dimensiones del cinturón protector hasta unos 70 metros de ancho y más de 400 kilómetros de longitud. La reforestación de la autopista de Tarim es estudiada en todo el mundo como un ejemplo de cómo desarrollar sistemas de riego en zonas áridas.
Por cierto, el equipo de "Al filo de lo imposible" ha visitado este lugar en dos ocasiones. Si tenéis tiempo, merece la pena verlo a través de sus ojos:
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