Un equipo de investigadores identifica un patrón de actividad cerebral que diferencia a aquellos que pierden su individualidad con la masa y se dejan llevar. Cuando estas personas están en grupo, sostienen los investigadores, son más propensas a realizar acciones que no harían en solitario, a celebrar las desgracias ajenas e incluso a agredir al contrario.
A falta de un minuto para el final de partido, y con la alegría incontenible de ver a su equipo ascender a primera división, alrededor de un centenar deaficionados de Las Palmas saltó al campo el pasado domingo para celebrarlo. Esta actuación colectiva obligó al árbitro a parar el juego y convirtió lo que iba a ser una celebración en una decepción histórica. El Córdoba empató y la alegría se desvaneció. Si los aficionados que protagonizaron el incidente hubieran valorado de forma aislada la idea de saltar al campo antes de tiempo, es más que probable que les hubiera parecido una insensatez. Pero en el calor del entusiasmo colectivo algunos se precipitaron y tomaron la peor de las decisiones.
La forma en que nuestro cerebro toma decisiones morales es diferente cuando estamos solos y cuando actuamos en grupo. Diversos experimentos han demostrado que las personas pueden cometer actos de vandalismo y brutalidad cuando actúan dentro de la masa que no cometerían como individuos particulares, como si el sentido de la responsabilidad se disolviera en el anonimato colectivo. Pero, ¿cómo pierde uno el contacto con sus propios principios morales para saltárselos a la torera en mitad de una turba o celebración?
Algunas personas son más propensas a disolver su personalidad entre la multitud
La doctora Rebecca Saxe, neurocientífica del Instituto tecnológico de Massachusetts (MIT), investiga qué partes del cerebro están implicadas en la empatía, las decisiones morales y cómo cambian en función de determinadas variantes, hasta el punto de que se pueden manipular mediante estimulación magnética transcraneal (aquí puedes ver su interesante charla TED). En el estudio publicado hace unos días en la revista NeuroImage y liderado por Mina Cikara, una de sus estudiantes de posdoctorado, su equipo ha ido un poco más allá y ha demostrado cómo las personas pierden contacto con sus referencias morales individuales cuando actúan en grupo y cómo esto facilita la posibilidad de que agredan a los que no pertenecen al grupo.
Para realizar el trabajo, los científicos reclutaron a 23 voluntarios y analizaron su actividad cerebral con resonancia magnética funcional en dos situaciones: participando en un juego de forma individual y haciéndolo en grupo. Los investigadores centraron su atención en un área del cerebro, la zona medial de la corteza prefrontal, que se activa siempre que la persona hace valoraciones sobre sí misma y las cosas que piensa, como si fuera una especie de sentido del ‘yo’. Durante las pruebas, los autores del estudio descubrieron que en una serie de sujetos esta zona se activaba mucho durante el juego individual pero se inhibía cuando estaban jugando en grupo. Lo que los científicos preveían es que las personas cuya actividad en esta zona del cerebro era menor, tendrían más probabilidades de perjudicar a los miembros de otro equipo en otra tarea realizada después del juego. Y para medirlo les pidieron que eligieran dos fotos entre seis de los miembros del equipo rival que se publicarían después en el estudio.
La gente cambia sus prioridades cuando hay un 'nosotros' y un 'ellos'
Las personas que habían tenido menor actividad en la corteza prefrontal eligieron sistemáticamente las fotos en las que sus rivales habían salido menos favorecidos, lo que, según los investigadores, confirma sus sospechas de que son más propensas a actuar contra los miembros del otro grupo con algún tipo de represalia."Esta es una buena manera de usar la neuroimagen para intentar comprender algo que ha sido realmente difícil de explorar solo con el comportamiento", asegura el profesor de psicología de la Universidad de Yale, David Rand, en una nota del MIT. Para Cikara y su equipo, el resultado es una confirmación de que "la gente cambia sus prioridades cuando hay un 'nosotros' y un 'ellos' y puede servir para comprender mejor por qué algunas personas son más propensas a "perderse a sí mismas" o disolverse dentro de un grupo que compite con otro.
La propia doctora Cikara, que trabaja ahora en la Universidad Carnegie Mellon, explica que la curiosidad por estos procesos surgió hace unos años tras asistir con su pareja a un partido de béisbol en el estadio de los Yankees de Nueva York. Su marido llevaba una gorra de los Red Sox y no dejaba de ser increpado de los aficionados locales, así que ella le quitó la gorra y se la puso, pensando que sería menos objeto de insultos "por el hecho de ser mujer", dice. "Pero no podía estar más equivocada", recuerda. "Nunca me habían llamado cosas como esas en toda mi vida". Aquellas agresiones, que continuaron después en la ciudad, causaron un fuerte impacto en Cikara, que ni siquiera era seguidora de los Red Sox. "Fue realmente sorprendente porque me di cuenta de que había pasado de ser un individuo a ser vista como un miembro de la "nación Red Sox". Y la manera en que la gente me respondía, y la manera en que me vi a mí misma respondiéndoles, había cambiado por efecto de esta pista visual - la gorra de béisbol", asegura. "Una vez que te sientes atacada por tu grupo, aunque sea arbitrariamente,cambia tu psicología".
“Una vez que te sientes atacada por tu grupo, cambia tu psicología”
La literatura científica coincide en señalar que nuestros cerebros parecen desarrollar un sentido del grupo que nos hace percibir a los otros como extraños e incluso hostiles, y en los casos más extremos, deshumanizarlos. En estudios anteriores sobre los cambios en la empatía, Saxe y Cikara ya habían visto que cuando emplean la lógica de grupos es frecuente que las personas se alegren secretamente de las desgracias ajenas, una sensación conocida con el término alemán "Schadenfreude". En experimentos con neuroimagen se ha comprobado que a algunas personas se les activan las zonas de "recompensa" del cerebro cuando el competidor recibe una descarga eléctrica dolorosa o cuando le sucede una desgracia.
Como se quedó con la espinita clavada tras su experiencia en el estadio de los Yankees, la doctora Cikara realizó un estudio con aficionados de este equipo y de los Red Sox en los que midió su actividad cerebral. Los estímulos negativos (tu equipo pierde y el rival gana) activaban la ínsula y la circunvolución cingulada anterior, mientras que los estímulos positivos (tu equipo gana y el otro pierde, incluso con un tercer equipo) activaba el cuerpo estriado, que tiene que ver con el placer pero también con las tentaciones que los propios sujetos relataban de golpear a un seguidor del otro equipo.
¿Quiere esto decir que estar en grupo te convierte en una criatura agresiva y sin control? Por supuesto que no. Lo que el estudio apunta es que algunas personas pueden estar más predispuestas que otras a saltarse sus propios límites morales cuando se identifican con un grupo de gente. Esto puede tener también consecuencias positivas, como demostraba un estudio de 1990 en el que los sujetos eran más propensos a donar dinero para una buena causa cuando estaban en grupo que cuando estaban solos. Los mismos circuitos neuronales, aseguran los investigadores, pueden promover comportamientos prosociales o antisociales, aunque el contexto competitivo tiende a promover el segundo escenario y lo habitual es que, cuando el individuo pierde la referencia de su código moral, su actuación termine siendo desafortunada e irracional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario