viernes, 27 de abril de 2012
La demolición del puente Fort Steuben
Impresionante demolición de un puente. 70 kilos de
explosivos se repartieron a lo largo de los 483 metros del puente de 83
años. Desde el 2009 este puente no se usaba y esta vez se decidió darle una explosiva despedida. Veamos en cámara lenta la secuencia asombrosa de explosiones.
Otro video de Gustavo Dudamel
¡Aquí va una auténtica joya! Es la vuelta de Gustavo
Dudamel y sus jóvenes amigos venezolanos de la orquesta Simón Bolivar a
los Proms londinenses de 2011 para interpretar la 2ª Sinfonía,
Resurrección, de Mahler, acompañados por el coro juvenil de Gran
Bretaña.
En un Royal Albert Hall abarrotado (las localidades se agotaron
en pocas horas meses antes del concierto) volvieron a dar una lección
magistral de hacer música ante un público entregado que al final les
aplaudió durante más de 15 minutos:
La generación que construyó España
Cuando analizas lo que ocurre en una empresa o
una sociedad, debes buscar las causas que provocan su situación, porque
sólo trabajando sobre las causas, puedes cambiar los efectos. Y no
tengo ninguna duda de que una de las principales causas de la
prosperidad que vivimos en los años pasados fue la actitud de la
generación de nuestros padres, y una de las principales causas de la
crisis, es haber perdido esa actitud.
Recuerdo que hace años, un empresario brillante que viajó a China para hacer negocios, me comentaba: “China va a ser imparable. Cuando llegas allí el ambiente te recuerda la España de los años 70. Todo el mundo quiere trabajar mucho, ahorrar, comprarse su casa, su coche, que sus hijos vayan a la universidad… Cuando una generación está así centrada, no hay quien la pare” Este pensamiento me hizo reflexionar entonces y me ha vuelto a la memoria al contemplar a las tres generaciones que convivimos.
Mis
padres tienen en torno a 70 años, y siempre han sido un ejemplo de
trabajo, honradez, austeridad, previsión y generosidad. Pertenecen a una
generación que, como dice mi padre, les tocó el peor cambio: de jóvenes
trabajaron para sus padres y de casados para sus hijos.
Son
gente que veían el trabajo como una oportunidad de progresar, como algo
que les abría a un futuro mejor, y se entregaron a ello en condiciones
muy difíciles. Son una generación que compraba las cosas cuando podía y
del nivel que se podía permitir, que no pedía prestado más que por
estricta necesidad, que pagaban sus facturas con celo, y ahorraban un
poco “por si pasaba algo”, que gastaban en ropa y lujos lo que la
prudencia les dictaba y se bañaban en ríos cercanos, disfrutando de
tortillas de patata y embutidos, en domingos veraniegos de familia y
amigos.
Y tan sensatos, prudentes y trabajadores fueron, que
constituyeron casi todas las empresas que hoy conocemos, y que dan
trabajo a la mayoría de los españoles.
Sabían que el esfuerzo
tenía recompensa y la honradez formaba parte del patrimonio de cada
familia. Se podía ser pobre, pero nunca dejar de ser honrado.
La democracia significaba libertad y posibilidades y seguir viviendo en armonía y respeto.
Y cometieron los dos peores errores imputables a esa generación:
1)
“Que mis hijos no trabajen tanto como trabajé yo”. Nos cargamos la
cultura del esfuerzo y del mérito de un plumazo, convirtiendo el
trabajo en algo a evitar.
2) “Como tenemos unos ahorrillos,
hijo, tu gasta, que para eso están tus padres”. Con lo que mi
generación empezó a pensar que el dinero nacía en las cuentas corrientes
de sus padres, que daban la impresión de ser inagotables y que los
bancos eran unas fuentes inagotables de hipotecas, rehipotecas y
contrarehipotecas.
Y entonces, eclosionó nuestra generación (yo
soy del 67). La generación de los nuevos ricos, la generación de “los
pelotazos”, del gasto continuo, de la especulación, de la ingeniería
financiera, de la exhibición del derroche, la de lo quiero todo y lo
quiero ya, la de “papá dame”.
Y todos nos volvimos ricos (en
apariencia), todos nos convertimos en gastro-horteras. ¿Conocéis a
alguien que se atreva a comer un bocata de chorizo? Le corren a gorrazos
por paleto. Ahora hay que comer hamburguesas deconstruidas al aroma de
los almendros al atardecer. ¿Y qué decir del vino? Pasamos del Don Simón
con Casera, al Vega Sicilia sin fase de descompresión. El vino ya no
está “bueno”, ahora tiene matices a fruta del bosque, con un retrogusto
alcohólico, que adolece de un cierto punto astringente, con demasiada
presencia de roble. Esto, por supuesto, a golpe de docenas de euro, que
para ser un “enterao” hay que pasar por taquilla. ¡Y es que pocas cosas
cuestan tanto, como ocultar la ignorancia!
Somos la generación de “endeudarse para demostrar que eres rico”. Increíble pero cierto.
-
¿Sólo debes 500.000 €? Es que eres un cutre. Mira, nosotros
debemos ya 2.000.000 y nos están estudiando una operación por otros 2
más.
- Vosotros sí que sabéis sacar provecho al
sistema… Ojalá yo algún día pueda deber esas cantidades. ¡Cuánto envidio
tus préstamos!
En Alemania no daban abasto a fabricar Mercedes, Audis, BMW para los españoles.
Irrumpió
Europa en nuestras vidas y llegó en forma de mega infraestructuras que
producían mega comisiones para todos los involucrados. ¡Viva el cazo!
¡Viva el yerno del Rey! ¡Que se besen los padrinos! Además llovían las
subvenciones, nos daban una fortuna por plantar viñas y luego a los dos
años otra fortuna por arrancarlas. Que llegaba un momento que no sabías
si tenías que plantar o arrancar. A propósito, ¿Qué toca este año?
Si
algún “tarao” dice que hay que parar esto, se le lapida y “que no pare
la fiesta”. Por supuesto que todos estamos de acuerdo que esto es
imposible que se sostenga, pero hay que empezar a recortar por el
vecino, que lo mío son todo derechos esculpidos en piedra en la
sacrosanta constitución.
De la siguiente generación mejor no
hablar (lo dejaré para otro post). Esa es la generación que dice el
aforismo que será pobre, por ser nieta de ricos.
Si somos
incapaces de volver a los valores con los que se construye una sociedad
sostenible, nos hundiremos, eso sí, cargados de reivindicaciones.
En
mi casa siempre he tenido un ejemplo vivo de cordura, honradez y
esfuerzo. Y no han sido menos felices que nosotros. Los psiquiatras, de
hecho, dicen que al revés, que han sido bastante más. Debe ser que la
sencilla tortilla, el melón fresquito, comprar el sofá cuando se podía,
poner las cortinas cosidas por nuestra madre, con ayuda de la abuela,
trabajar y echarle huevos para emprender (aunque no lo llamaban así) no
debía ser mala receta.
Desde aquí quiero dar las gracias a mis
padres y a toda esa generación que nos regalaron un país cojonudo, que
nos hemos encargado de arruinar (entre todos, que todos hemos aplaudido
la locura), y que sólo con que nos descuidemos un poquito más, le vamos a
dejar a nuestros hijos un protectorado chino, donde serán unos esclavos
endeudados y tendrán unas historias legendarias sobre la prosperidad
que crearon sus abuelos, empeñaron sus padres y son incapaces de
imaginar los nietos.
Estamos a tiempo de cambiarlo, pero cada vez tenemos menos. Podemos encontrar maestros en casa.
Fuente: Blog de Fernando Sánchez Salinero
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