La temperatura más baja jamás registrada en la superficie del planeta Tierra fue de casi noventa grados bajo cero, en los alrededores de la entonces base soviética (ahora rusa) de Vostok. Concretamente fueron -89,2º , una temperatura poco menos que incompatible con la vida.
Hay otros dos lugares conocidos donde la temperatura ha bajado de ochenta grados bajo cero; uno es el Polo Sur, que alcanzó los -82,8º y el Domo Argus, una meseta en lo alto de una descomunal masa de hielo de cuatro kilómetros de altura donde en 2005 se midieron 82,5º bajo cero.
Estos puntos son los conocidos como “polo del frío” del hemisferio sur. Aún existiendo estaciones científicas, estos sitios no dejan de ser lugares deshabitados. Sin embargo, en el hemisferio norte encontramos lugares donde sí vive gente y cuyas temperaturas invernales rivalizan en gelidez con las de las estaciones antárticas.
La carretera M56 rusa recorre el largo camino que hay entre Yakutsk y Magadán, a lo largo de la Siberia Ártica. Es una de las carreteras más solitarias de la Tierra. Son más de 2.000 kilómetros de tundra y estepa que durante el largo invierno siberiano de ocho meses permanecen cubiertos de hielo y nieve.
A la ruta se le conoce como Carretera de los Huesos; fue construida por presos de la dictadura soviética a lo largo de dos décadas. Bajo el camino reposan los restos mortales de decenas de miles de presos que murieron congelados construyendo la carretera en condiciones de esclavitud; de ahí el siniestro nombre.
La ruta comenzó su construcción en los años 30, por orden de Stalin, que quería tener un acceso más rápido y sencillo al extremo oriente ruso y sobre todo a las riquezas siberianas de Yakutia.
Los presos del Gulag eran la mano de obra perfecta, gratuita, fácilmente reemplazable y presuntamente desafecta al régimen totalitario soviético.
La región que atraviesa la Carretera de los huesos se llama Kolimá, o Kolymá. Fuera de la región, de hecho, a la M56 se la conoce como Carretera de Kolymá, aunque en la zona su nombre común es “La carretera” a secas, porque no hay ninguna otra.
En su mayor parte, la carretera es una pista forestal bastante lamentable que supone un precioso desafío a cualquier osado aventurero sobre ruedas.
Una de las regiones administrativas que cruza es el Ulús o Distrito de Oymyakonski, un pedazo de tundra subártica de casi cien mil kilómetros cuadrados de superficie, habitado por unas diez mil personas, de las que dos terceras partes viven en Ust-Nera, su capital. Un sitio animadísimo. Sale el sol y la temperatura por fin alcanza los veinticinco grados... bajo cero.
Uno de los veinte asentamientos humanos del distrito es el que le da nombre: Oimiakón, u Oymyakón (en ruso es Оймякон. Es un pueblecito de apenas medio millar de habitantes a más de treinta kilómetros de la carretera principal, al que en invierno se puede llegar en avión, motonieve o vehículo todo terreno.
El invierno en el pueblo dura nueve meses, y las otras tres estaciones un mes cada una (en verano se han alcanzado temperaturas de hasta treinta grados). Los inviernos allí son especialmente duros. La temperatura más alta jamás registrada en enero o febrero fue de dieciséis grados. Bajo cero, claro.
Lo normal es que en los oscuros meses de invierno (cuando los días duran tres horas y las noches veintiuna) el termómetro se desplome hasta los cuarenta bajo cero o más allá y permanezca así las veinticuatro horas del día durante tres o cuatro meses seguidos.
Aquí tienes la previsión meteorológica en Siberia un día cualquiera de enero.
La vida a esta temperatura no es precisamente fácil. Los escasos vehículos a motor que circulan en contadas ocasiones por las gélidas calles no pueden parar el motor en ningún momento o sencillamente no volverán a arrancar.
Solamente respirar es un ejercicio de masoquismo extremadamente doloroso. Los niños y adolescentes del lugar (la mitad de la población) están exentos de acudir a sus clases cuando la temperatura desciende por debajo de los cincuenta grados bajo cero.
El pescado que extraen del lago helado se convierte en un trozo de hielo apenas medio minuto después de su pesca. Cualquier líquido que se derrame llegará al suelo congelado. De hecho, en muchas de las casas no hay agua corriente sino bloques de hielo en la puerta. La leche se reparte de esa misma manera. En bloques.
Y no es lo único que se congela. Se dice que en la escuela se usan lápices porque la tinta de los bolígrafos llega en estado sólido. Otro problema es llevar gafas. A cincuenta bajo cero cualquier rastro de humedad superficial se convierte en hielo y las gafas se pegan a la piel como si estuvieran soldadas.
Sobre estas líneas, costumbrista imagen de un granjero llevando a pastar al ganado a una temperatura que congela el aliento.
En el pueblo apenas hay nada de interés. Una vieja pista de aterrizaje que data de la II Guerra Mundial, una fábrica de leche que se paraliza de octubre a marzo y una escuela.
La mayor parte de la gente vive justo sobre el nivel de subsistencia, algo común para la mayoría de los habitantes de la República de Sajá. Un único hotel, de diez habitaciones, y con agua caliente en todas ellas (algo de lo que carecen todos los demás habitantes del pueblo) fue abierto en 2007 para recibir a los escasos turistas que quieren visitar el lugar más frío del hemisferio norte.
Aquí puedes observar una vista aérea de Oymyakón.
La medición de la temperatura más baja en Oymyakón se produjo en 1924, cuando se midieron 67,7 grados negativos. Unos años antes se habían medido setenta y pico bajo cero, pero la inexactitud de los métodos hicieron que la medida se descartara.
Debido a esto, existe otro pueblo, en la misma República de Sajá, que también reclama para sí el título de “lugar habitado más frío del mundo”. Se trata de Verjoyansk, situado seiscientos cincuenta kilómetros al noroeste de Oymyakón, inaccesible por carretera, y capital del inmenso y deshabitado distrito al que da nombre.
Con apenas millar y medio de habitantes, Verjoyansk le disputa a Oymyakón el helado título debido a una medición realizada en 1885, cuando se alcanzaron los 67,8 grados negativos, casi idéntica temperatura a la medida en Oymyakón casi cuatro décadas más tarde.
Redondeando, ambas localidades han disfrutado de una temperatura récord de 68 bajo cero. Bajo estas líneas puedes ver la estación meteorológica de Verjoyansk.
Verjoyansk, con su millar y medio de habitantes, y Oymyakón, poseen además otro récord climatológico: el mayor rango de temperaturas jamás medido.
En el caso de Oymyakón, entre las temperaturas más altas y más bajas jamás medidas, hay nada menos que 102, 3 grados, y en Verjoyansk esta cifra sube hasta los 105,1 grados celsius. Sólo hay otro lugar en el mundo con un rango de temperaturas semejante, y es la capital de Sajá, Yakutsk, con 102,8 grados de diferencia entre sus récords positivo y negativo.
Por comparar, España entera, climáticamente un país de extremos, apenas llega a los 82 grados, entre los 50 registrados en Sevilla en 1873 y los 32 bajo cero en el Lago Estagento (Lérida), en 1956.
Ah, la imagen superior es de dos vecinos, intentando beber vino (el cubito de hielo rojo) y vodka (el blanco) a cincuenta bajo cero.
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