Al
someter el hierro al fuego de proporcionamos gran cantidad de calor.
Esta energía suministrada hace que los átomos del metal se muevan con
mayor intensidad y vibren aceleradamente.
Pero
cuando no toda la energía puede ser admitida se pierde en forma de
radiación lumínica mostrando el color rojizo característico del hierro
calentado en la forja.
Pero… ¿por qué rojo y no otro color?
De
hecho el rojo no es el único color. La luz roja tiene una longitud de
onda larga, que se corresponde con una energía baja, y es el primer
color adquirido por el hierro candente. Si intensificamos el calor, si
aumentamos la temperatura, obtendremos emisiones lumínicas con unas
frecuencias cada vez más altas y unas longitudes de onda más cortas. Y
el color cambiará del rojo al amarillo, de ahí al blanco y finalmente al
azul.
Y no solamente le pasa eso al hierro, podemos observar el mismo efecto en otras sustancias que con calor se vuelven luminosas.
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