- Sólo por curiosidad, ¿qué estás haciendo?
- Estoy escuchando la música del árbol.
- ¡Vamos, hombre! Tienes que estar bromeando.
- Por supuesto que no. ¿Quieres escuchar?
No aguantando más su curiosidad, el paseante asintió.
- Está bien...
Así que colocó sus brazos alrededor del tronco y acercó su oreja. Al hacerlo, el otro le colocó unas esposas, le quitó la cartera, los anillos, el reloj y las llaves del coche, y después lo desnudó y se fue corriendo. Dos horas más tarde otro caminante pasó cerca, vio al hombre desnudo, esposado al árbol, y le preguntó:
- ¿Qué te ha pasado?
El hombre le contó la terrible historia de cómo y por qué se encontraba allí. Cuando terminó su relato, el otro movió la cabeza en señal de comprensión, caminó hasta quedar detrás de él, lo besó suavemente en la oreja y le dijo:
- Definitivamente, este no es tu día, amorcito...
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